Brazo minero del grupo Luksic anticipa déficit de cobre para el próximo año y fija meta récord de producción
El CEO de Antofagasta Minerals, Iván Arriagada, asegura que no van a caer en una carrera por elevar sus volúmenes, sino que mantendrán la disciplina en la contención de costos. En esto les ayudará el estar a punto de finalizar la renegociación de sus principales contratos eléctricos, adecuándolos a la nueva realidad de ese mercado.
(El Mercurio) Hace siete años, la producción de cobre del brazo minero del grupo Luksic superó por primera vez las 700 mil toneladas, y la meta para 2019 es acercarse al siguiente hito: las 800 mil toneladas de cobre fino. Este volumen consolidaría a Antofagasta Minerals (AMSA) como el tercer actor en la industria minera local (después de Codelco y Escondida), ganando algunos puntos de participación de mercado, y le permitiría escalar de la décima a la octava posición en el ranking de las 15 mayores mineras de cobre del mundo, de acuerdo con los datos de producción atribuible de la consultora Plusmining.
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La empresa espera cerrar este ejercicio con una producción entre 705 mil y 725 mil toneladas de cobre fino, lo que en promedio representaría un incremento de 2%, comparado con 2017, y los devolvería a la senda que perdieron en 2013, cuando pusieron en el mercado más de 720 mil toneladas de cobre.
Claro que para 2019 la compañía está apuntando más arriba y espera moverse entre las 750 mil y 790 mil toneladas del metal rojo, lo que en promedio implicaría un alza de 8%, respecto de lo proyectado para 2018.
Iván Arriagada, presidente ejecutivo de Antofagasta plc, holding donde el clan de origen croata tiene el 65% de la propiedad, explica que la posibilidad de alcanzar esta meta se fundamenta en las mejoras que han introducido en los procesos operacionales de sus minas y la operación a plena capacidad de las plantas de las cuatro faenas que tienen en Chile. Además, dice, el diseño de trabajo o plan minero de Centinela, Antucoya y Zaldívar, establece que en 2019 corresponde explotar zonas de los yacimientos donde hay mineral con leyes de cobre más altas, lo que permite sacar más cobre tratando la misma cantidad de material.
El incentivo para incrementar la producción parece evidente. El análisis del ejecutivo apunta a que pese a que un sentimiento macroeconómico asociado a la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha dominado el mercado y desde mediados del año pasado se ha traducido en una caída en el precio del commodity , el mercado físico del cobre tiene un buen pronóstico en lo que respecta a la solidez de la demanda. Lo anterior arrojaría hacia fines del próximo año las primeras señales de déficit, que presionarían la cotización hacia esa realidad de escasez.
“Por el lado de la demanda física, el cobre sigue siendo una parte importante del desarrollo de infraestructura en las economías emergentes, como es el caso particular de China, y junto a eso progresivamente el cobre está teniendo nuevos usos, como la energía limpia -solar y eólica- o la electromovilidad. Todos estos factores contribuyen al aumento de la demanda, mientras que por el lado de la oferta, durante varios años no ha habido nuevos descubrimientos y las leyes de los yacimientos están cayendo. Esta combinación nos indica claramente que este es un mercado que está moviéndose hacia una situación deficitaria”, explica Arriagada.
Añade que con la activación y reactivación de inversiones anunciadas en las últimas semanas por distintas empresas -donde ellos mismos destacan con la aprobación de US$ 1.300 millones para concretar la primera fase de la expansión de Los Pelambres-, Chile está tomando una posición aventajada para responder a este mayor requerimiento proyectado y que hacia 2021-2022 será más que evidente.
“Hay proyectos que se están dando en Chile y que no responden a una reactivación generalizada de la industria a nivel global, porque los inversionistas todavía están muy cautos respecto de comprometer recursos en proyectos nuevos. Lo que hemos visto es que buena parte de estas inversiones tiene que ver con compensar caídas de leyes o yacimientos que han llegado al término de su vida. En el caso de Los Pelambres, creemos que volvemos a poner a esta faena en una senda de crecimiento, transcurridos 14 años desde la última expansión”, asegura el ejecutivo.
Toneladas con valor agregado
Claro que hay algo que en AMSA tienen claro. Saben que la industria no puede volver a caer en el error de aumentar producción a cualquier precio, sino que deben lograr este objetivo sin perder la disciplina en materia de costos para lograr lo que Arriagada denomina producción de toneladas rentables. “No vamos a caer en una carrera por volumen de producción. Este aumento de producción es algo bien deliberado, que se da por condiciones de leyes y de eficiencia en nuestras plantas, que nos permiten proyectar un aumento con toneladas que agregan valor económico y no elevan los costos”, plantea el timonel de AMSA.
Los planes de reducción de costos ya son parte de la estructura de la compañía. El objetivo para 2018 es lograr ahorros en torno a los US$ 140 millones, con lo cual desde 2014 este plan habrá completado del orden de US$ 600 millones. El próximo año, en tanto, la tónica será mantenerse en esa senda, con lo cual lograrían reducir el indicador de costo directo, que este ejercicio se espera termine en US$ 1,35 por libra, superior al US$ 1,27 de 2017.
Energía y combustibles, dice Arriagada, están entre los insumos que explican el incremento de los costos, pero en lo sucesivo deberían ayudar a reducirlos, ya que según adelanta el ejecutivo, están muy cerca de finalizar la renegociación de sus principales contratos de suministro eléctrico -que abastecen las operaciones de Antucoya y Centinela y donde la contraparte es Engie-, con el objetivo de descarbonizarlos, limitar el traspaso de costos anexos y reducir los precios de acuerdo con las condiciones actuales del mercado eléctrico. Finalizado este proceso, dice, casi la totalidad de sus consumos estarán regidos por nuevas condiciones.
En lo que respecta a los proyectos que Antofagasta Minerals tiene en carpeta, como el aumento de entre 60 mil y 90 mil toneladas en la capacidad de tratamiento de concentrados en el distrito Centinela, por hasta US$ 2.700 millones de inversión, o la segunda fase de la expansión de Los Pelambres, que se proyecta sumará 35 mil toneladas adicionales de cobre fino a las 60 mil de la primera etapa, el próximo año y 2020 serán clave.
En el primer caso, durante los primeros meses de 2019 la compañía definirá si finalmente ampliará la concentradora actual de esa faena o construirá una nueva, lo que dará paso a la etapa de ingeniería de detalle. Todo esto, con miras a tener un proyecto para aprobación durante 2020. En este caso, la posibilidad de atacar esta gran inversión en forma modular o secuenciada inclinaría la balanza, inicialmente, hacia la ampliación de la unidad.
En el caso de la segunda fase de la expansión de Pelambres, el análisis aún está en la etapa de estudios preliminares, por lo que aún no hay definiciones concluyentes respecto de las opciones para incrementar la capacidad de almacenamiento de relaves y de botadero que esa iniciativa requiere y que implica la tramitación de un Estudio de Impacto Ambiental. La expectativa más razonable, dice Arriagada, es que todo esté más claro hacia fines de 2019 o inicios del año siguiente. Luego, esas alternativas, entre las que figura ampliar el polémico tranque de relaves El Mauro, deberán ser sometidas a ingeniería de factibilidad y permisos.
La tramitación ambiental de Twin Metals, el proyecto que impulsan en Estados Unidos, es otra de las tareas que esperan comenzar a afrontar hacia fines del próximo año, una vez que se despejen los cuestionamientos judiciales a la aprobación del gobierno de ese país de las licencias otorgadas a la empresa. “Esos cuestionamientos se han ido quedando atrás y tenemos buenos pronósticos de la resolución de esos procesos”, puntualiza Arriagada, quien adelanta que en materia de exploración están viendo un par de blancos interesantes en Chile y British Columbia, en Canadá, los que, dentro de dos a cuatro años, podrían dar paso a anuncios de descubrimientos importantes.
Extensión de permisos de agua para Zaldívar: “No buscamos ser más eficientes ni ahorrar una inversión”
Uno de los frentes que por estos días capta la atención del grupo Luksic es la tramitación ambiental del proyecto de continuidad operacional de Zaldívar, la mina de la Región de Antofagasta que Amsa opera desde 2015 y donde comparte la propiedad con la canadiense Barrick. Una de las claves de esta iniciativa es extender seis años, a partir de 2025, los permisos de extracción de agua que la firma posee y que obtiene de una cuenca que aporta del orden del 7% de la recarga del salar de Atacama.
Una de las complejidades de este proceso es que se está desarrollando en simultáneo a una solicitud de Minera Escondida, la operación de BHP que es vecina de Zaldívar y que obtiene el recurso en la misma zona, la que -tal como sucede con una parte importante del país- enfrenta un escenario de escasez hídrica.
El presidente ejecutivo de Antofagasta plc, Iván Arriagada, asegura que contar con estos recursos es vital para la viabilidad de esta faena que produce entre 100 mil y 120 mil toneladas de cobre fino por año, con una ley de mineral en torno a 0,6%. Estas características, dice, hacen económicamente imposible plantearse alternativas de abastecimiento como la desalación, cuyo costo es más alto.
“El objetivo de nuestra solicitud es darle continuidad a esa operación. No buscamos ser más eficientes en los costos o ahorrarnos una inversión para, eventualmente, reducir nuestros costos, sino que esto tiene que ver con la continuidad de la operación. Esas características no las tiene la otra solicitud que hay sobre la cuenca”, asegura Arriagada.
Agrega que en estos momentos la firma está consumiendo el 34% de los recursos que tienen autorizados y ese mismo nivel es el que están solicitando para los primeros cuatro años de la extensión, mientras que para los dos restantes el volumen se reduce a cerca de la mitad.
“El impacto directo que tiene una posible guerra comercial sobre el cobre es relativamente limitado”
El sentimiento macroeconómico que explicaría la tendencia a la baja que el precio del cobre ha mostrado desde mediados de este año está influenciado por las aprensiones en torno al impacto que la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría tener sobre el metal rojo. Esto, considerando que el gigante asiático es el principal consumidor del commodity .
El presidente ejecutivo de Antofagasta plc, Iván Arriagada, pone paños fríos a esa visión con la siguiente reflexión: “el cobre que va a las economías emergentes, en su gran mayoría se queda ahí”. La estimación que ellos manejan es que el 80% del cobre que va a China se destina internamente a infraestructura, desarrollos en distribución y transmisión eléctrica y construcción de viviendas, con lo cual solo el 20% es reexportado. Agrega que solo el 20% de ese volumen que ya procesado sale a otros mercados tiene como destino Estados Unidos, por lo que “el impacto directo de una posible guerra comercial es relativamente limitado, porque el cobre que llevamos a China se queda ahí y no se reexporta a Estados Unidos. Eso le da al cobre un cierto blindaje”, afirma.
Sin embargo, el ejecutivo reconoce una cuota de incertidumbre ante un escenario de profundización de la diferencias entre las dos potencias comerciales, al punto en que pudiera ralentizar la economía china, lo que podría afectar los desarrollos de infraestructura y nuevos usos del metal que hoy impulsan la demanda.